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martes, 29 de abril de 2014

“Enamorada” de Caterina Zamora

“Enamorada”
Primera Mención del Concurso de cuento Pedro Jorge Vera. 2014
De por sí es algo extraordinario ser gemela. A esto que se sume ser adolescente, es totalmente loco. Sin tomar en cuenta que mi gemela, Debo es una persona fuera de lo común. No sé si sea la adolescencia, o eso de que su lóbulo derecho es el dominante, pero la cuestión es de que mientras a mí me gustan los chicos reales, mejor dicho a los que veo, con  pantalones apretados y cabellos parados , caminando en  grupo de panas por las calles del actual Quito, por sus nuevos bulevares, sus centros comerciales llenos de luces y dulces variados o simplemente haciendo cola frente a la disco más cool de Quito, mi hermana, prefiere los lugares mmm… más, no sé más antiguos, los que están llenos de, como ella dice más historia. Yo no le veo la historia, pero ella dice que la siente, la ve, que la escucha  quedamente entre las callejas angostas del Centro Histórico, sus iglesias, sus cúpulas,  y más que todo sus casas rehabilitadas. Tal vez signifique algo eso de ser gemelas-imagen. Somos idénticas, pero como si nos viéramos en un espejo. Casi nadie se da cuenta, por ejemplo: yo me peino hacia la derecha y ella tira su pelo hacia la izquierda y cosas así.
No entiendo su actitud. Mientras caminamos por las calles de Quito, antiguo o moderno, como toda adolescente yo me fijo en los chicos que pasan, su ropa, su peinado, su “onda”, sus ojos y algún momento tal vez  un cruce de miradas romántico. Mi hermana me empieza a describir lo que le dicen las iglesias, las plazas y plazoletas, los balcones y sus flores, las  empinadas calles, los arcos antiguos, los añosos árboles, las jardineras de los monasterios, las confiteras de las callejas angostas del Viejo Quito, los centenarios parques de El Ejido y la Alameda. Son tan románticas las palabras que me cuenta, que se refiere a él como “Viejo Quito”, como si fuera que un chico real le estuviera hablando.
Es  tan rara, mientras yo me pierdo al verle a Pablo, ella se extasía frente a la imponencia y majestuosidad de las iglesias y sus cúpulas, colmadas de arabescos y pan de oro por doquier. Yo sé, ella no está en este mundo, vive diciendo que algún día va a encontrar un chico que le cante serenatas mientras ella lo admire desde un balcón;  que le traiga rosas a diario, que pida permiso a mis papás para visitarla; que le escriba cartas románticas y largas y con quien dar  caminatas sin fin por la famosa y arcaica calle de la Ronda.
No vive en la realidad es en el Quito milenario en el que vive. Lo que más me molesta es que intenta aconsejarme, cree que los chicos en los que me fijo no son caballeros. ¿Pero qué sabe ella?, y aunque me desvivo intentando explicarle la realidad, mi gemela sigue con su amado Quito Viejo.
Pensaría que ahí termina la cosa, pero ¡no! Cuando vamos a los  lugares modernos continúa lisonjeando a Quito. Me pregunto: ¿Cómo una ciudad, por más bonita que sea puede reemplazar la ilusión de estar enamorada?
Y, estábamos ahí paradas en plena avenida Naciones Unidas, mirando la exposición de “Los Quindes”, y pasó Él, el amor de mi vida Pablo, de hecho  estaba contando con  ello, ahora ya no se sale en citas, se encuentra “casualmente”, así que yo no le persigo, una se topa  “casualmente” . Le guiñé el ojo a  Debo, quería que lo mire: tan sexi con su pantalón extra- súper- tubo. Pero otra vez estaba ahí; sin fijarse en los chicos. ¿Cómo puede hacer eso? Embelesada por ese extraño contraste quiteño entre lo antiguo y lo moderno, combinándose perfectamente para crear una ciudad  tan hidalga y noble como “su” Quito. Claro, no se fijó en mi interés. No la entiendo cómo puede hablar de una ciudad como si fuera alguien que le habla y que siente.
Pablo pasó, sin siquiera mirarme, no se fijó en mi joven corazón y…lo destrozó. Sin más nada que hacer, caminamos sin rumbo, anochecía, el dolor invadía hasta los lugares más recónditos de mi alma; llegamos dispuestas a “ahogar” ese maldito padecimiento hasta las famosas quesadillas y helados de San Juan. Yo, no podía hablar, me consumía ese fugaz desinterés del chico más guapo que he conocido. Mi hermana como siempre hablando de su casi novio “Viejo Quito”. Nos paramos frente al Antiguo Hospital Militar. Las luces de la ciudad estaban prendidas en medio de la siempre oscura noche quiteña, todavía seguían cayendo una que otra gota de la pertinaz lluvia que nos acompañó en el trayecto.
Mi sufrido corazón. Su voz emocionada hablando de su “Viejo Quito” y, ¡de pronto! … ¡lo inenarrable!,  la vista de la ciudad: magnífica, majestuosa… fui yo la que se quedó sin palabras.

Únicamente llegó a mi mente la canción que mi hermana tararea mientras camina “con” su Quito: “que quien llega a cooonoceeerla …no puedeeee viviiiir sin verla”.

8 comentarios:

  1. estoy muy ogullosa de ti me custo tu historia sique alelante como tiempre

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    1. Gracias por tu comentario. Sería interesante conversar

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  2. Gladys Tobar
    Es emocionante que siendo gemelas sean tan diferentes, me parece que ustedes se describen pero a la final siempre me doy cuenta que solo escribe así, como se impone la una sobre la otra pero se que es o no es real

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    1. Usted nos conoce. Sabe que desde pequeñas nos vistieron diferentes, así que no debe dudar que somos diferentes

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  3. Déborah Bracero
    Coincido contigo, Quito es hermoso, yo también estoy enamorada de él pero también d elos chicos guapos ja ja ja

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  4. Sandra Bracero
    Es interesante porque las dos miran desde diferente punto de vista, es maravilloso

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    1. Deberías opinar más seguido, a pesar de que tienes mucho trabajo, pero léenos algo

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