“Enamorada”
Primera Mención del Concurso de cuento Pedro Jorge Vera. 2014
De
por sí es algo extraordinario ser gemela. A esto que se sume ser adolescente,
es totalmente loco. Sin tomar en cuenta que mi gemela, Debo es una persona fuera
de lo común. No sé si sea la adolescencia, o eso de que su lóbulo derecho es el
dominante, pero la cuestión es de que mientras a mí me gustan los chicos
reales, mejor dicho a los que veo, con
pantalones apretados y cabellos parados , caminando en grupo de panas por las calles del actual
Quito, por sus nuevos bulevares, sus centros comerciales llenos de luces y
dulces variados o simplemente haciendo cola frente a la disco más cool de
Quito, mi hermana, prefiere los lugares mmm… más, no sé más antiguos, los que
están llenos de, como ella dice más historia. Yo no le veo la historia, pero
ella dice que la siente, la ve, que la escucha
quedamente entre las callejas angostas del Centro Histórico, sus
iglesias, sus cúpulas, y más que todo
sus casas rehabilitadas. Tal vez signifique algo eso de ser gemelas-imagen.
Somos idénticas, pero como si nos viéramos en un espejo. Casi nadie se da
cuenta, por ejemplo: yo me peino hacia la derecha y ella tira su pelo hacia la
izquierda y cosas así.
No
entiendo su actitud. Mientras caminamos por las calles de Quito, antiguo o
moderno, como toda adolescente yo me fijo en los chicos que pasan, su ropa, su
peinado, su “onda”, sus ojos y algún momento tal vez un cruce de miradas romántico. Mi hermana me
empieza a describir lo que le dicen las iglesias, las plazas y plazoletas, los
balcones y sus flores, las empinadas
calles, los arcos antiguos, los añosos árboles, las jardineras de los
monasterios, las confiteras de las callejas angostas del Viejo Quito, los
centenarios parques de El Ejido y la Alameda. Son tan románticas las palabras
que me cuenta, que se refiere a él como “Viejo Quito”, como si fuera que un
chico real le estuviera hablando.
Es tan rara, mientras yo me pierdo al verle a Pablo, ella se extasía frente a la imponencia y majestuosidad de las iglesias y
sus cúpulas, colmadas de arabescos y pan de oro por doquier. Yo sé, ella no
está en este mundo, vive diciendo que algún día va a encontrar un chico que le
cante serenatas mientras ella lo admire desde un balcón; que le traiga rosas a diario, que pida permiso
a mis papás para visitarla; que le escriba cartas románticas y largas y con
quien dar caminatas sin fin por la
famosa y arcaica calle de la Ronda.
No
vive en la realidad es en el Quito milenario en el que vive. Lo que más me
molesta es que intenta aconsejarme, cree que los chicos en los que me fijo no
son caballeros. ¿Pero qué sabe ella?, y aunque me desvivo intentando explicarle
la realidad, mi gemela sigue con su amado Quito Viejo.
Pensaría
que ahí termina la cosa, pero ¡no! Cuando vamos a los lugares modernos continúa lisonjeando a
Quito. Me pregunto: ¿Cómo una ciudad, por más bonita que sea puede reemplazar
la ilusión de estar enamorada?
Y,
estábamos ahí paradas en plena avenida Naciones Unidas, mirando la exposición
de “Los Quindes”, y pasó Él, el amor de mi vida Pablo, de hecho estaba contando con ello, ahora ya no se sale en citas, se
encuentra “casualmente”, así que yo no le persigo, una se topa “casualmente” . Le guiñé el ojo a Debo, quería que lo mire: tan sexi con su
pantalón extra- súper- tubo. Pero otra vez estaba ahí; sin fijarse en los
chicos. ¿Cómo puede hacer eso? Embelesada por ese extraño contraste quiteño
entre lo antiguo y lo moderno, combinándose perfectamente para crear una
ciudad tan hidalga y noble como “su”
Quito. Claro, no se fijó en mi interés. No la entiendo cómo puede hablar de una
ciudad como si fuera alguien que le habla y que siente.
Pablo pasó, sin siquiera mirarme, no se fijó en mi joven corazón y…lo destrozó. Sin
más nada que hacer, caminamos sin rumbo, anochecía, el dolor invadía hasta los
lugares más recónditos de mi alma; llegamos dispuestas a “ahogar” ese maldito
padecimiento hasta las famosas quesadillas y helados de San Juan. Yo, no podía
hablar, me consumía ese fugaz desinterés del chico más guapo que he conocido.
Mi hermana como siempre hablando de su casi novio “Viejo Quito”. Nos paramos
frente al Antiguo Hospital Militar. Las luces de la ciudad estaban prendidas en
medio de la siempre oscura noche quiteña, todavía seguían cayendo una que otra
gota de la pertinaz lluvia que nos acompañó en el trayecto.
Mi
sufrido corazón. Su voz emocionada hablando de su “Viejo Quito” y, ¡de pronto!
… ¡lo inenarrable!, la vista de la
ciudad: magnífica, majestuosa… fui yo la que se quedó sin palabras.
Únicamente
llegó a mi mente la canción que mi hermana tararea mientras camina “con” su
Quito: “que quien llega a cooonoceeerla …no puedeeee viviiiir sin verla”.
estoy muy ogullosa de ti me custo tu historia sique alelante como tiempre
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Sería interesante conversar
EliminarGladys Tobar
ResponderEliminarEs emocionante que siendo gemelas sean tan diferentes, me parece que ustedes se describen pero a la final siempre me doy cuenta que solo escribe así, como se impone la una sobre la otra pero se que es o no es real
Usted nos conoce. Sabe que desde pequeñas nos vistieron diferentes, así que no debe dudar que somos diferentes
EliminarDéborah Bracero
ResponderEliminarCoincido contigo, Quito es hermoso, yo también estoy enamorada de él pero también d elos chicos guapos ja ja ja
Gracias mami, porque tenemos los mismos gustos
EliminarSandra Bracero
ResponderEliminarEs interesante porque las dos miran desde diferente punto de vista, es maravilloso
Deberías opinar más seguido, a pesar de que tienes mucho trabajo, pero léenos algo
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